Personajes Alfonso Diez |
* Decisiones que cambiaron la
historia
El pueblo, al pasar frente a la residencia presidencial, decía entre en
broma y en serio: “Aquí vive el presidente, pero el que manda vive enfrente”,
burlándose del Presidente de México, Lázaro Cárdenas, porque era notorio cómo
Plutarco Elías Calles hacía y deshacía en la vida nacional; lo iban a consultar
los militares a cargo de las diversas zonas militares del país, así como los
miembros del Poder Legislativo, gobernadores y hasta miembros del gabinete de
Cárdenas, que en gran parte estaba integrado por seguidores de Calles.
Este último había sido presidente hasta 1928. Al final de su mandato fue
asesinado Álvaro Obregón, que había sido reelecto para suceder a Calles, y para
hacerse cargo de la presidencia vacante fue designado Emilio Portes Gil, que
duró en su encargo dos años. Lo sucedió Pascual Ortiz Rubio, que renunció
debido a las presiones de Plutarco, conocido desde entonces como “El Caudillo”,
y entró al relevo Abelardo Rodríguez, para terminar el mandato de Ortiz Rubio,
en 1934.
Don Lázaro tomó posesión de la presidencia el primero de diciembre de
1934 y entregó el mando seis años después, pero el 10 de abril de 1936 decidió
no aguantar más las intromisiones de Calles en la vida política de México y lo
expulsó del país junto con sus más allegados. Antes, expulsó de su gabinete a
todos los callistas, desaforó a los gobernadores de tal tendencia con ayuda del
Senado, sustituyó a los generales conspiradores a cargo de algunas zonas
militares y, en pocas palabras, allanó el camino para, dos años después, el 18
de marzo de 1938, sin piedras en el camino que le impidieran gobernar con la cabeza
fría, decretar la expropiación de la industria petrolera.
Fue así como nació PEMEX.
Durante unos meses, hasta el 8 de julio del mismo 1938, en que se pidió
al pueblo que dejara de hacerlo, la gente se acercaba a las oficinas de
diversas dependencias a donar desde pollos, hasta alhajas, pasando por dinero
en efectivo, para supuestamente contribuir a liquidar la que llamaban “deuda
petrolera”.
Desde luego, lo que se recaudó, o lo que apareció en tales recaudaciones
deberíamos decir, fue tan poco en comparación con lo que debía pagarse por
indemnización a las empresas extranjeras expropiadas, que no cubría ni una
millonésima parte de tal deuda.
Basta recordar que fue tal la agitación internacional que ocasionaron
los antiguos dueños del petróleo mexicano, que el 26 de julio de 1934, por
acuerdo presidencial, se suspendió el empréstito por cien millones de pesos que
se iba a hacer para realizar el pago. Ante la amenaza de las potencias
extranjeras, el gobierno de Lázaro Cárdenas determinó suspender las indemnizaciones.
Así que, un presidente con los pantalones bien fajados hizo lo que otros
no habían hecho, expulsar al que pretendía actuar como presidente, sin serlo
—El Caudillo—, para posteriormente tomar respecto al petróleo las
medidas que debían tomarse y que han perdurado por setenta años.
Las circunstancias ahora, en pleno siglo 21, son parecidas y a la vez
diferentes. La historia se repite, pero no en círculo, sino en espiral. Nuestra
industria petrolera requiere de cambios. Para llevarlos al cabo se han
escuchado durante los últimos meses diversas opiniones encontradas.
Pero no se trata de descubrir el hilo negro, ni de encontrar la senda
secreta por la que pudo haber transitado Jesucristo de los 12 a los 30 años de
edad, se trata, simplemente, de adoptar los mecanismos más apropiados para
extraer petróleo y después venderlo, y/o refinarlo para obtener mayores
beneficios en la venta.
Los debates con tal objetivo comenzaron el martes 12 de mayo y hasta
ahora los resultados han sido los previstos: ninguna idea nueva, los mismos
planteamientos de los últimos meses, a favor de la Reforma Energética propuesta
por el presidente Calderón y en contra, pasando por los cambios a alguna de las
propuestas contenidas en las iniciativas correspondientes.
Claro, algunos expositores han dado la nota bufonesca, como José Agustín
Ortiz Pinchetti, secretario de Relaciones Políticas del “gobierno legítimo” del
“Caudillo” actual, Andrés Manuel López Obrador, que leyó un texto a nombre de
su jefe. Una propuesta de cinco puntos tan simple que un niño de secundaría
podía haberla hecha con más profundidad. Lugares comunes como “hay que
fortalecer al Instituto Mexicano del Petróleo”, “hay que reducir el número de
integrantes del Consejo de Administración (de PEMEX)”, “hay que solucionar los
problemas operativos que tienen que ver con la caída en la producción en la
sonda de Campeche o Cantarell”, “hay que desaparecer a las subsidiarias de
PEMEX para convertirlas en una sola empresa” y “que todos los excedentes sirvan
para fortalecer la paraestatal”. A ver qué dicen los gobernadores de los
estados, beneficiarios de tales excedentes, si se los quitan.
Hay que hacer muchas cosas, pero ¿Cómo? ¿Eliminando partidas de dónde
para invertirlas ahí?
Una iniciativa de Reforma Energética implica planteamiento de
soluciones, no nada más subrayar cinco lugares comunes. De acuerdo, se puede
plantear que hay que acabar con los pobres, pero también hay que incluir la
fórmula mágica para lograrlo, de otra manera los discursos son infantiles e
impregnados de demagogia, dirigidos a la masa que responde con aplausos a
cualquier arenga.
Un spot del PRD y de los partidos que lo acompañan en el llamado FAP, de
los últimos días, es una muestra de arengas mentirosas: “Porque nuestros
abuelos con sus ahorros, sus alhajas y bienes pagaron la indemnización
petrolera, el petróleo es nuestra herencia, nadie y mucho menos el gobierno
tiene derecho a venderlo o a privatizarlo”.
Nuestros abuelos no pagaron tal indemnización, como ya se detalló
párrafos arriba. La forma en que el gobierno terminó de pagar la deuda y a
quién lo hizo merece un análisis posterior y más amplio, pero no se hizo con
ahorros, alhajas y bienes del pueblo, así que aquí hay una gran mentira.
El petróleo, por otra parte, siempre lo ha vendido el gobierno, desde
que Lázaro Cárdenas expropió la industria; al extranjero o para consumo
nacional, pero así se ha hecho. ¿O qué quieren, que se regale? Así que la
afirmación de que el gobierno no tiene derecho a venderlo es tan falsa, tan
distorsionada, que solamente una cabeza obtusa puede darle crédito. Esas son
las verdades del FAP.
¿Qué debe hacerse entonces? Terminar con la farsa de los debates, que
sólo sirven para perder tiempo y dinero en una cadena repetitiva de ideas
expresadas ya y tomar las mejores decisiones para PEMEX y para México.
Pero claro, con la cabeza fría, procediendo tal vez de manera similar a
la que en su momento llevó al cabo Lázaro Cárdenas. Aunque “El Caudillo” salga
raspado.
Desafortunadamente, las circunstancias, el chantaje a que ha sido
sometido el congreso, impiden tomar de inmediato las decisiones correctas.
Habrá que esperar meses a que terminen los debates multimencionados para llevar
a votación en las Cámaras las iniciativas correspondientes.
Los legisladores del PAN, del PRI, del PRD y de los otros partidos no van a cambiar sus planes respecto a la reforma y a PEMEX debido a los debates, finalmente votarán de la misma forma que habían determinado aunque meses después de lo previsto, pero la agenda política nacional no la dictan ellos, ni el presidente Calderón, la dicta “El Caudillo” a base de chantajes, acarreando a las masas, gritándole a sus senadores incondicionales y tachando de vacilada la Reforma Energética. |